Indignémonos… pero para actuar

Acabo de releer el librito Indignaos que publicó Stéphane Hessel, con gran éxito de ventas, el año pasado. Éste nonagenario francés ejerció como diplomático durante muchos años, formó parte del equipo redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y fue embajador de Francia en la ONU.

Hessel  llama a la indignación general ante las cosas que están sucediendo a nuestro alrededor para salir de lo que él denomina la peor de las actitudes: la indiferencia.

Yo me uno a su llamamiento y, a continuación, comparto con vosotros mis reflexiones y me pregunto cómo podemos permitir y convivir con situaciones tales como:

Crisis económica. Cada vez es más claro que la actual crisis no fue un accidente y era totalmente evitable. Es el fruto de un gran fraude colectivo en el que banqueros, políticos, agencias calificadoras (rating agencies), burócratas y eminentes economistas utilizaron la desregulación para crear y promover complejos instrumentos financieros, con el único objetivo de beneficiar a sus propias cuentas bancarias. ¿Alguno de ellos intentó advertirnos antes de que el mercado de las denominadas hipotecas subprime se desplomase, arruinando a tantas personas comunes y corrientes? No, ¿verdad? Pues bien, la mayoría de los responsables siguen ocupando los mismos puestos, realizando parecidas prácticas y, sobre todo, cobrando enormes salarios y sin sentirse responsables por sus actos anteriores.

¿Os habéis preguntado por qué ha habido que intervenir la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), la Caja de Castilla-La Mancha y Cajasur, cuando la reforma sobre la función y funcionamiento de las cajas debió hacerse hace años, aprovechando la bonanza económica? ¿O qué ha pasado con Nueva Rumasa?

Nos cansamos de escuchar que había que reinventar el capitalismo, pero ¿alguien conoce algún intento de llevarlo a cabo o ha vuelto a oír hablar de ello?

De momento, parece que sólo en Islandia se han tomado muy en serio estas cosas. La gente se ha movilizado y ha conseguido derrocar al gobierno, cambiar la constitución y poner en busca y captura a los responsables de haber arruinado al país. Y ninguna maldición ha caído sobre ellos.

Nuestros políticos. Cuando más falta hace la unidad de criterios y de acción, no dejamos de escuchar, ni un solo día, cómo entre ellos se echan la culpa de lo que pasa. Los reproches, chismes y cortinas de humo son constantes. Pero, ¿dónde están las ideas brillantes y el gran “pacto de estado” que, probablemente, hubieran facilitado la salida de la crisis, aportando soluciones, confianza y acortando su duración?

Mientras la mayoría de los países de nuestro entorno se lo tomaron en serio y ya están saliendo a flote, aquí seguimos sumidos en el juego de la ineficiencia, la dilación y el ocultismo. Todos hablan y hablan y, mientras tanto, el desempleo, el fraude, la economía sumergida y la pobreza no cesan de aumentar.

Deberíamos plantearnos seriamente qué clase de personas queremos que nos gobiernen. Si cualquier profesional debe demostrar su capacidad, conocimientos y experiencia para acceder a un puesto de trabajo y, aún así, en muchos casos debe superar un período de prueba, ¿Por qué no se aplican estos mismos criterios a nuestros políticos?

Tiranía de los mercados. Hasta hace muy poco todos creíamos que nuestros países los gobernaban, primero nuestros políticos locales y, luego, los de Bruselas. Por desgracia, y muy tarde, hemos descubierto que quienes gobiernan de verdad el mundo son los que, eufemísticamente, se denominan mercados, que no son más que un cúmulo de especuladores, fondos de inversión, bancos y grandes empresas.

¿Alguien tiene alguna duda sobre quién fija los precios de los carburantes, la luz, los alimentos… de todo lo que consumimos?

Veamos un ejemplo. A pesar de lo que la mayoría cree, el precio del gasoil y la gasolina no tiene una relación directa con la evolución del precio del crudo. ¿Cómo si no es posible que un barril de petróleo, todavía bastante por debajo de los 150$ que alcanzó en 2008, sea la justificación para los precios de los combustibles más caros de la historia? La explicación siempre se basa en cuestiones coyunturales, en este caso la situación en Japón, y los conflictos militares en Libia y Bahréin o donde sea.

Pero claro, no se nos cuenta que el precio de los combustibles se negocia en un mercado de futuros tremendamente especulativo, ni que las compañías distribuidoras han pasado de márgenes de 4 céntimos en 2006 a 10 céntimos en la actualidad. Vamos lo normal en tiempos de crisis. Además, las redes de gasolineras tienen que vender al precio que indican las matrices ya que firman contratos exclusivos que impiden la libre competencia. Hasta que en España no haya competencia y las estaciones de servicio sean las que fijen el precio no se van a ver movimientos. Un dato: mientras en Francia el 40% del mercado de la gasolina está en manos de grandes superficies, en España, sólo es un 7%.

En ¡1973!, en la primera gran crisis del petróleo, ya se habló de que había que cambiar el modelo energético y generar energías alternativas y renovables. ¿Eficiencia energética, consumo responsable, coches eléctricos, hogares autoabastecidos por energía geotérmica y placas solares…? Hoy, en 2011, seguimos hablando de lo mismo y, por desgracia, se ha avanzado muy poco. ¿A quién no interesa? Una vez más, y qué casualidad, a los mercados.

Corrupción. En los últimos años, avivado por el boom inmobiliario, hemos asistido a un aumento sensible de la corrupción, sobre todo en el estamento político local. Pero lo peor del caso es que, a pesar de que muchos implicados están inmersos en causas judiciales (extremadamente lentas), asistimos con estupor a que unos cuantos siguen formado parte de sus corporaciones locales e, incluso, ¡vuelven a ser incluidos en futuras listas electorales! Con la connivencia de muchos, que los apoyan y, según algunas encuestas, los volverían a votar.

¿Quizás ya vemos habituales estas prácticas y ya no les damos importancia?

Catástrofes y hambre. Cada vez que se produce una catástrofe asistimos a un movimiento generalizado de solidaridad general. La gente dona grandes cantidades de dinero, las ONG envían a sus mejores equipos de apoyo y los políticos prometen grandes ayudas para solucionar la situación. Pasadas unas semanas o unos pocos meses, la mayoría ya no nos acordamos de lo sucedido, los políticos se olvidan de sus promesas y los únicos que quedan al pie del cañón son las ONG de siempre. Y no sólo sucede cuando la catástrofe se produce en un país pobre, los grandes olvidados, como Haití, Sudán, Etiopía…, sino también en los desarrollados, como sucedió en 2005 cuando el huracán Katrina arrasó Louisiana, Mississippi y Alabama.

Ya nos hemos acostumbrado a ver en nuestras televisiones imágenes espeluznantes de las cosas terribles que pasan en el mundo. Pero, como hemos ayudado, nuestras conciencias ya están tranquilas.

Cambio climático. A pesar de que cada vez hay más unanimidad en que, por primera vez en la historia de la Tierra, estamos asistiendo a un cambio climático producido o acelerado por la acción del hombre, todavía siguen existiendo voces que lo niegan y que consideran que no es necesario hacer nada. No se afronta la realidad y se mira hacia otro lado.

Para cambiar la tendencia, necesitamos una reducción drástica y rápida de las emisiones de gases de efecto invernadero. Hay que lograr un cambio de modelo energético en el que las energías sucias se reemplacen totalmente por renovables, ahorro y eficiencia.

Y como muchas personas creemos que no somos los dueños de la Tierra, sino que sólo disfrutamos de ella como un préstamo hasta que se la traspasemos a las siguientes generaciones, a ser posible en mejores condiciones de las que la recibimos, debemos dejar de pensar que son otros los que deben solucionar el problema, movilizarnos y aportar todo lo que podamos. Podemos consumir menos, ser mucho más eficientes en el uso de todos los recursos que utilizamos, reciclar, reutilizar, educar a los que no actúan y transmitir a nuestros hijos un profundo amor y respeto por la naturaleza y lo que nos rodea.

La lista de situaciones indignantes podía continuar y continuar. Pero su longitud es lo de menos. Ahora, debemos preguntarnos, como lo hace Hessel, indignado por la absoluta decadencia actual, ¿cómo es posible que en el pasado, tras la Segunda Guerra Mundial, se pudiera, a pesar de la precariedad, crear una sociedad relativamente justa y hoy, con la abundancia actual, tengamos que tolerar tantas cosas que reducen y tiran por tierra el bienestar obtenido en tiempos mucho más adversos?

Lo importante es que cada uno de nosotros analicemos las cosas que nos indignan y que no nos paremos sólo en la indignación. Hay que actuar, cada uno en la medida de sus posibilidades, pero con convencimiento, haciendo que esta actitud sea uno de nuestros más firmes valores y una muestra palpable de nuestra libertad.

Entre todos podemos y debemos hacerlo.


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Medio en serio, medio en broma por Ángel Álvarez se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.

 

Publicado el 6 abril, 2011 en Acción social, Indignación y etiquetado en , , , , . Guarda el enlace permanente. 6 comentarios.

  1. Gloria Rosas

    Desde luego parece que no tengamos sangre en las venas. Trabajo haciendo encuestas para el Institut d’Estadística de Catalunya: he entrado en hogares donde han regresado hijos que han perdido trabajo y casa; donde han tenido que reunirse 5 generaciones a vivir de un sólo sueldo; donde famílias malviven en un cuartucho alquilado mientras mantienen una deuda que se pierde en el infinito de los tiempos para pagar la hipoteca de una casa donde ya no viven; donde padres e hijos viven de la paupérrima paga de los abuelos. Y no sólo no se rebelan contra esta situación, es que ni tan sólo se manifiestan o patalean.
    ¿Es que no hemos llegado aún a lo más bajo, allí donde se dá la patada que te impulsa a subir?. La respuesta es sí. Pero no hay fuerzas ni agarraderas donde asirse. Las instituciones que han de actuar (justicia, políticos, sindicatos) no lo hacen y estamos divididos, cada uno vive en su isla y contempla su vaca flaca. Ángel, ¿cómo puede actuar contra todo ésto una sóla persona?

    • Ángel Álvarez

      Tremenda la situación que describes, Gloria, tremenda.
      Pero lo más terrible es que, como bien comentas, parece que no tengamos sangre en las venas. ¿Cómo es posible que ante estas cosas no se haya producido un movimiento popular que haya lanzado a la calle a miles y miles de personas, aunque sólo sea para hacerse oír?
      Lamentablemente los valores que nos llevaron a la crisis (codicia, egoísmo, individualismo, aparentar, vivir por encima de las posibilidades…) no nos están permitiendo reaccionar y lo único que se observa es una resignación y una actitud de espera, como si el futuro va a arreglar las cosas, así sin más.
      ¿Qué hacer ante esto? No hace falta salir a la calle pero si es obligatorio cambiar de actitud. Hay que salir de la «concha» y, por ejemplo, formarnos, convertirnos en un país mucho más preparado y competitivo. Hay que demostrar que somos tan buenos como los mejores. Hay que huir de la «cultura» de la subvenciones y de los subsidios y convertirnos en creativos e innovadores. Dejemos de buscar el dinero fácil y el corto plazo y apostemos por el esfuerzo, la constancia y el largo plazo. Creo que así nos irá mucho mejor.
      ¿Pero estamos dispuestos? ¿O preferimos esperar a ver qué pasa?

  2. Indiferencia vs Rabía.
    Yo actualmente tengo mucho tiempo para informarme, que antes no tenía. Veo los debates en la televisión, escucho la radio, leo artículos como el tuyo, participo en tertulias con familiares y amigos. Y si hay algo que realmente me preocupa es que cada vez me cuesta más contener mi rabia. A menudo me tranquilizan diciéndome cosas: «no merece la pena», y «a quién vamos a votar», y «qué hacer» porque más que indiferencia estamos poseídos por la apatía, el desencanto y la desilusión. Pero, si yo cada vez tengo más problemas para contener mi rabia, y eso lo extrapolamos a centenares o miles de personas indignadas como yo, nos encontramos ante la explosión de otra «burbuja», y ésta si que es preocupante, creo.

    • Ángel Álvarez

      Enhorabuena, Moisés, por disponer de tiempo para estar al tanto de lo que pasa a nuestro alrededor. Seguramente esa sea una de las razones por la que estás «rabioso». La mayor parte de lo que sucede, ocurre porque, una gran mayoría, no tiene tiempo (en muchos casos ni ganas) para pararse a pensar y darse cuenta de que cada día son más marionetas y menos dueños de sus vidas.

      Pero, al contrario de lo que comentas, no creo que si nos encontráramos ante la explosión de otra “burbuja”, ésta fuera preocupante. ¿No crees que estaría muy bien que, como ya ha sucedido en Islandia, saliéramos a la calle y exigiéramos un cambio, que pusiera al menos algunas cosas en su sitio? Yo, particularmente, estaría encantado de que esto sucediera y, sin dudarlo, me uniría a ese sentir popular. Lamentablemente, aunque se perciben grandes muestras de descontento y de indignación, no creo que esto vaya a suceder. Todavía no somos Islandia.

      Pero quién sabe…

  3. Gracias Ángel, realmente muy buena la reflexión. Lo que me lleva a ir un poquito más allá, ¿qué valores diferentes tenemos en España con respecto a otros países para que estemos tan anestesiados? ¿quizás el poco reconocimiento o aprecio que tenemos a nuestro país y que sólo aflora en momentos de éxitos deportivos? ¿una cultura basada en el sálvese quién pueda y primero yo, sin ninguna visión colectiva?
    Seguiré reflexionando… mientras actúo.

    • Ángel Álvarez

      Álvaro, tu «ir un poquito más allá» mete el dedo en la llaga de nuestra «realidad» y centra lo que debería ser un gran debate que, de momento, no parece que se vaya a producir. ¿Estamos preparados para ello?
      Solo el día que nos tomemos en serio descubrir las respuestas podremos abordar las soluciones adecuadas que nos permitirán construir una sociedad más libre, justa y solidaria.
      Gracias Álvaro por seguir «reflexionando… mientras actúas.»
      Un abrazo,

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