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Reflexiones para después de una pandemia

Todavía no sabemos cuándo saldremos de este largo e inesperado confinamiento e iremos, ya sabemos que paulatinamente, recobrando las vidas que hemos mantenido “secuestradas” durante estas semanas. Pero sí podemos preguntarnos ¿qué podríamos conseguir entre todos si tuviéramos confianza en nuestras ideas y pusiéramos todo nuestro empeño, compromiso y energía en llevarlas a cabo?

Esta pregunta, que, probablemente también ronde en muchas otras cabezas, me ha llevado, en estos días de confinamiento y tranquilidad, a pensar en una serie de propuestas, basadas en el sentido común (y en opiniones de expertos y gente de todo tipo) que, sucintamente, se exponen a continuación. Por tanto, lector, no busques argumentos de experto, si no, más bien, referencias para que puedas desarrollar las tuyas y determinar cómo puedes contribuir a cambiar nuestro modelo de sociedad y modo de vivir para afrontar nuestros actos cotidianos de mejor manera.

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Una vez más se nos ven las costuras

El 31 de enero un turista alemán dio el primer positivo en el Hospital Virgen de Guadalupe de La Gomera (Canarias) por un extraño virus importado de la lejana y desconocida ciudad china de Wuhan. Como cuando se hablaba del ébola y de las epidemias africanas, ¡qué lejos parecía y qué a salvo nos creíamos! Hasta pensamos que el increíble despliegue de medios y el confinamiento decretado en China eran desproporcionados. Y, no digamos, la anulación del Mobile World Congress en febrero en Barcelona, que parecía una arbitrariedad y un atentado a la economía de la ciudad y el país. Ahora sabemos que fueron medidas inteligentes y que, probablemente, han ahorrado muchos contagios y vidas.

En estas últimas semanas, en que tantas cosas han cambiado, sobre todo, desde el decreto del Estado de  Alarma, una parte de la población, con abnegada actitud y comportamientos en muchos casos casi heroicos, contribuye con su dedicación y esfuerzo a salvar vidas y a que los demás podamos sobrellevar, de la mejor manera posible, el confinamiento, encerrados en nuestras casas. Encomiable. Por otro lado, recibimos muchas noticias negativas del impacto de la pandemia del coronavirus tanto en la salud, el sistema sanitario, la economía, el trabajo y el bienestar de los ciudadanos.

Los primeros días hubo un cierto silencio y solidaridad con las medidas tomadas, pero esta actitud duró poco. Enseguida, al cogernos desprevenidos y mal preparados, comenzaron las críticas, justificadas o no, desde todos los sectores y, en muchos casos, sin aportar alternativas ni un remedo de soluciones. Incluso se criticaba lo hecho cuando lo habían pedido anteriormente. Parece que la solución propuesta no era de su gusto. Además de llevar, todos,  cuando hablamos de fútbol, un entrenador de fútbol dentro, parece que ahora también llevamos un médico, un especialista en tecnología sanitaria un experto en logística y en relaciones internacionales, un consumado economista, un politólogo…

Otra vez más el dogmatismo y la falta de diálogo y unidad ante un enemigo que, a diferencia de otras veces, puede afectar a cualquiera, porque no entiende de ideas, condición, raza, religión o creencia, ha encendido los egos y la insensata costumbre de ser más que nadie y quedar por encima del resto. Si esto es así ahora, qué será cuando finalice la crisis.

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Un país, el nuestro, para reflexionar

Somos un país, con el que cada cual estará más o menos conforme, pero que, como mínimo necesita unos profundos y serios, pero que muy profundos y serios, reflexión, autoanálisis y autocrítica.

Y lo digo porque, por desgracia no es algo reciente, aunque parece que ahora vuelve a aflorar con fuerza, seguimos construyendo las realidades en las que basarnos en tópicos que, como siempre sucede, a fuerza de repetirlos, acaban convirtiéndose, para muchos, en verdades universales. Y, como la historia nos demuestra con demasiada frecuencia, estamos volviendo, en nuestro momento histórico de mayor desarrollo económico, educativo y social (que no de importancia global, como todos sabemos), a mostrar comportamientos de una profunda ignorancia; intolerancia, sectarismo y desprecio hacia la diversidad; egoísmo; insolidaridad; miedo irracional y visión paleta; que deberían estar ya archisuperados.

¿Cómo podemos ser tan incoherentes? ¿O es que, a lo mejor, es una cuestión de ignorancia, que nos empeñamos en perpetuar? Afortunadamente, ya no somos un país con una mayoría de analfabetos y, sin embargo, por poner un ejemplo de gran trascendencia en nuestra historia, seguimos hablando de la expulsión de los judíos y los moriscos, cuestiones a las que les ponemos la etiqueta de religiosas, cuando fue algo de mucho más calado. A los que se echó fue a los españoles que practicaban el judaísmo, los antepasados de algunos ya estaban aquí antes de que llegaran los primeros cristianos, y a los españoles moriscos, que practicaban el islamismo, que durante siglos tanto nos aportó. No solo no aprendimos la lección si no que la hemos repetido varias veces. En el momento que algo molesta se inventa un pretexto y se expulsa o se margina a los que molestan: jesuitas, gitanos, liberales, republicanos… Y ya está, problema solucionado.

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Homenaje a mi mejor maestro

Desde el advenimiento de la democracia, y ya va para “40 años”, se mantiene un permanente debate sobre la educación (ver ¿Realmente nos preocupa la educación?), pero se habla muy poco de los maestros, esos profesionales tan poco valorados, y que, en definitiva, a pesar de las leyes, los recortes y de otras muchas cosas, son los encargados de formarnos, de transmitirnos valores, de hacernos amar u odiar asignaturas, de generar respeto y admiración (o todo lo contrario) y que pasan por nuestras vidas sin pena ni gloria o permanecen en ellas para siempre.

Hoy es el momento de hablar de uno de los míos. El que me ha dejado una huella más profunda y a quien le debo muchas cosas, que he ido descubriendo y valorando a medida que voy completando mi periplo vital. Alguien a quien, a pesar de haber pasado ya varias décadas, sigo recordando con un gran cariño y admiración.

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Promovamos cuanto antes un debate económico racional

Hace ya más de cuatro años que sufrimos la actual crisis financiera y las principales economías del mundo siguen estando profundamente deprimidas, en una escena muy parecida a la sufrida en la década de 1930. Y la razón es simple: las medidas que se están tomando se basan en las mismas ideas que rigieron la política en aquella década. Estas ideas, que insisten en que el camino hacia la prosperidad pasa por unos profundos recortes del gasto público, incluyen graves errores, tanto sobre las causas de la crisis, su naturaleza y la respuesta apropiada y, además, hace ya mucho tiempo que han sido refutadas.

La última demostración devastadora de este desatino la apunta el Fondo Monetario Internacional (FMI), en su reciente publicación Perspectivas de la Economía Mundial, un trabajo que combina la proyección a corto plazo con un revelador análisis económico. Este informe nos dice que la economía mundial está significativamente peor de lo previsto y que el riesgo de que se produzca una recesión mundial está aumentando. Pero el informe no es solo pesimista; contiene un análisis pormenorizado de las razones por las que las cosas van tan mal. Y la conclusión a la que llega este análisis es que los países que más han recortado el gasto, aplicando políticas eufemísticamente llamadas de “consolidación fiscal”, son también los países que han experimentado las recesiones económicas más profundas.

Lo malo es que estos errores han arraigado profundamente en la conciencia colectiva y proporcionan el apoyo público a la austeridad excesiva de las actuales políticas económicas y fiscales en muchos países, del que el nuestro, espoleado por las presiones de la UE, es uno de los máximos representantes.

Por tanto, hay que romper esa inercia y ofrecer un análisis basado en la evidencia de nuestros problemas. Veamos:

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Reflexiones sobre educación y creatividad

Los que seguís este blog ya sabéis lo que nos gusta aportar espacios de reflexión sobre la educación (sistema educativo) y sobre muchos de los aspectos que, en general, ni contempla ni estimula ni desarrolla. Uno de ellos es la creatividad que, a pesar de ser uno de los elementos esenciales y fundamentales que ha llevado a la humanidad a la posición que ocupa, curiosamente, se encuentra totalmente fuera de la mayoría de los programas escolares.

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Cambiemos, de una vez, nuestro obsoleto modelo educativo

Continuando con la reflexión iniciada en el artículo anterior, quiero seguir abundando en el tema a partir de este interesante video de RSAnimate, describiendo gráficamente las ideas de Ken Robinson[1], sobre el cambio de modelo educativo.

Comienza haciendo referencia a que muchos países están cambiando sus modelos educativos, basados en modelos heredados de la Ilustración y la Revolución Industrial, por razones económicas, para conseguir insertar a los estudiantes en el mercado de trabajo, y por razones culturales, cómo educar a los niños para que tengan una identidad cultural en un mundo globalizado. El problema es que “tratan de llegar al futuro haciendo lo que hicieron en el pasado”, siguiendo un “modelo que fue diseñado, concebido y estructurado para una época diferente” y que separó a las personas en brillantes o no brillantes según la educación recibida.

Nuestras escuelas se han diseñado a partir de un modelo basado en criterios industriales, donde, por ejemplo, se junta a los niños en grupos dependiendo de su edad y sin tener en cuenta otros criterios mucho más importantes. Todo se ha estandarizado, basándose en el pensamiento lineal o convergente, en la búsqueda de la única solución, y esa estandarización ha llevado a que los niños reaccionen también de forma estándar.

Hay que potenciar la creatividad y el pensamiento divergente, la facilidad para ver múltiples respuestas e interpretar de formas diferentes las preguntas.

Hay que romper unos cuantos mitos: pensar diferente sobre la capacidad humana; superar la diferencia entre lo académico y lo no académico; reconocer que la mayoría del aprendizaje se realiza en grupos y a través de la colaboración, y buscar entornos totalmente integrados en la sociedad para nuestras instituciones educativas.

Ahora que ya conocemos otras alternativas, saquemos nuestras conclusiones y pongámonos manos a la obra para exigir y cooperar a que se produzca un cambio radical en nuestro obsoleto modelo educativo.


[1] Educador, escritor y conferenciante británico, experto en asuntos relacionados con la creatividad, la calidad de la enseñanza, la innovación y los recursos humanos. Por la relevancia de su actividad fue nombrado Sir en 2003.

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¿Realmente nos preocupa la educación?

La Constitución española de 1978, por primera vez en la historia de nuestro constitucionalismo, recoge una proclamación del derecho a la educación y a la libertad de enseñanza. Sin embargo, y aquí comienza ya el problema, durante el debate constituyente se enfrentaron claramente dos posiciones, una “liberal” y otra de izquierda, lo que estuvo a punto de romper el consenso constitucional, para acabar en el prolijo y ambivalente artículo 27 (http://www.congreso.es/consti/constitucion/indice/titulos/articulos.jsp?ini=27&tipo=2).

Este punto de partida es el que ha propiciado que, en los últimos 30 años, haya habido 7 leyes que han “pretendido” llevar a cabo una reforma educativa. Y esto sin contar intentos fallidos, el último propuesto, el 27 de enero de 2010, por Ángel Gabilondo, el último ministro de Educación del anterior gobierno (http://www.educacion.gob.es/dctm/ministerio/horizontales/ prensa/documentos/2010/conferencia-sectorial-propuesta-pacto.pdf?documentId=0901e72b 800adfb5).

¿Qué sucede en España para que, al contrario de lo que pasa en tantos otros países, nuestras fuerzas políticas no sean capaces de ponerse de acuerdo y de lograr ese gran pacto social que todos estamos deseando y, creámoslo o no, necesitando? Ese que, de una vez, dé el empujón definitivo a nuestra educación y que nos permita tomar el tren de la modernidad y no seguir dando palos de ciego y anclados en el fracaso.

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15 de octubre: Unidos por un cambio global

Tras las constantes muestras de insensatez, inoperancia y falta de valentía, tanto de nuestros políticos como de los responsables económicos, miles y miles de “economistas” que trabajan en los numerosos organismos gubernamentales (Banco Mundial, Reserva Federal, Banco Central Europeo, bancos centrales nacionales) y privados de todo tipo, que han sido incapaces de ponerse de acuerdo y de tomar medidas adecuadas y eficientes para solucionar la ya larga crisis en la que estamos inmersos.

Tras las insistentes y descontroladas acciones de bancos, agencias de valoración (rating) y especuladores, que, con sus rumores y acciones interesadas, cada vez empeoran más las cosas.

Tras ver que la mayoría de medidas se cargan sobre los contribuyentes y no sobre los responsables de esta situación, no podemos dejar de pasar la oportunidad de sentirnos plenamente identificados con los siete motivos que Ignacio Escolar publica en su blog (http://www.escolar.net/) para reflexionar y apoyar las manifestaciones que van a tener lugar el 15 de Octubre en 951 ciudades de 82 países (www.15october.net):

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Por fin, de la indignación a la “Spanish revolution”

Las personas que siguen este blog saben que, desde el principio, hemos animado con nuestros comentarios y aporta-ciones, a que los lectores reflexionaran acerca de que ya era hora de empezar a dejar de quejarse, sin más, y empezar a manifestar todo esa indignación a través de la acción y la movilización, si queríamos cambiar algunas de las cosas que configuran la realidad de este mundo nuestro.

Cuando publicamos Tras la indignación empieza la movilización nos alegrábamos de que, por fin, y aunque sólo fuera un pequeño movimiento intelectual, se empezaran a producir las primeras reacciones, ante la insostenible situación por la que atravesamos. Un buen comienzo, que no parecía iba a tener muchos seguidores.

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