Archivo del sitio
Inteligencia artificial: revolución tecnológica con potencial ¿sin límites?

Hasta hace bien poco, cualquiera que mencionase la Inteligencia Artificial en una conversación no especializada podía esperar una de estas dos reacciones sorprendentes: ¿Qué? o “Y ¿bien?”. Ni que decir tiene si se refería a ella por IA (AI en inglés). Entonces, probablemente, se verían caras muy extrañas. Y, aunque muchas personas aún no han oído hablar de ella o no se han percatado de su existencia, pocas tienen más que una idea esquemática sobre lo que entraña, y la mayoría son muy escépticas respecto a su valor humano, no cabe duda que, desde la eclosión de GPT3 (Generative Pretrained Transformer, un modelo predictivo de lenguaje generativo desarrollado por OpenAI, que ha sido entrenado con una gran cantidad de texto en internet para responder a preguntas y generar texto de manera autónoma), es uno de los temas de moda. Sobre todo, por la cantidad de cuestionamientos y desacuerdos que se están produciendo sobre la naturaleza, el control y el uso de esta nueva disciplina, pues no hay una sola definición que juzguen feliz por igual todos los practicantes y usuarios de ella.
¿Qué es la inteligencia artificial?
La inteligencia artificial (IA) es el campo de la informática que se ocupa del desarrollo de algoritmos y sistemas capaces de realizar tareas que imitan la inteligencia humana, como el aprendizaje, la percepción, el razonamiento y la toma de decisiones, que mejoran conforme la información que recopilan es cada vez mayor y de mejor calidad.
La IA funciona combinando grandes cantidades de datos con procesamiento rápido e iterativo y algoritmos inteligentes, permitiendo al software aprender automáticamente de patrones o características en los datos. Permite que los sistemas tecnológicos perciban su entorno, se relacionen con él, resuelvan problemas y actúen con fines específicos.
Ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años y se ha utilizado para mejorar, entre otras cuestiones: la eficiencia y la precisión en diversas tareas, como el diagnóstico médico, la identificación de fraudes, la atención al cliente y la optimización de procesos industriales.
Como desarrollar una mentalidad de innovación

Foto de Skye Studios en Unsplash
La innovación es el proceso de convertir ideas en «algo» (solución, producto o proceso) que genere valor para el mundo y la sociedad de forma sostenible.
¿Por qué innovar?
En los últimos años nadie parece poner en duda que hay que innovar ni que la capacidad de innovar se ha convertido en uno de los grandes activos de las compañías líderes de hoy. Eso es lo que dice la teoría. Otra cosa es lo que muestra la práctica, donde solo algunas la han convertido en su estrategia fundamental para ocupar posiciones relevantes en un mundo tremendamente rápido y cambiante, donde no se puede dar casi nada por sentado y quedarse quieto, donde seguir haciendo lo mismo, suele significar, debido a la gran presión del entorno, estar fuera y, antes o después, desaparecer.
En este contexto, la importancia estratégica de la innovación ha ido creciendo significativamente a través de los años y se ha convertido en un factor imprescindible de competitividad y notoriedad para cualquier organización.
Además, las organizaciones no son las únicas que buscan innovar para ser más competitivas. Crear y fomentar nuevas ideas que cambien la forma de hacer las cosas, es también una inyección positiva para el desarrollo de las personas. Las amantes del progreso no añoran el pasado y tienen visión de futuro porque saben que lo nuevo siempre está por llegar.
¿Ocupado o productivo?: tú decides

Getty images
Una de las constantes de la mayoría de los profesionales de este país, probablemente sea algo también global, es lo ocupados que están, la gran cantidad de tareas que afrontan y el sinnúmero de compromisos que atienden. Pero, que una persona esté muy ocupada, que haga muchas cosas, no, necesariamente, significa que sea una persona productiva. El número de horas dedicadas al trabajo y las tareas llevadas a cabo no son sinónimos de que sean los adecuados para alcanzar los objetivos que se plantee lograr. Suponiendo, claro, que se los haya planteado.
Con al ánimo de ayudar a tantas personas despistadas, muchas equivocadas, a continuación, comentaré algunas de las cosas que podemos, y debemos, tener en cuenta para dejar de estar (mal) ocupados y ser más productivos.
Lee el resto de esta entradaAunque no es para todos, el teletrabajo llegó para quedarse
El teletrabajo no se instaura de un día para otro. Requiere políticas, tecnología y un liderazgo y dirección que no se improvisan.
Las duras circunstancias actuales de pandemia y confinamiento, que nos han obligado a recluirnos varios meses en nuestras casas, le han dado un protagonismo inusitado al teletrabajo[1], convirtiéndolo, en algunos casos por convencimiento y en la mayoría por obligación, en uno de los pocos recursos que han permitido a muchos trabajadores mantener su actividad profesional y la relación laboral con sus empresas y clientes.
De repente parecía que se había descubierto la solución mágica. Pero, tal y como se ha llevado a cabo, en muchos casos simplemente trasladando, sin más, el presentismo laboral (ese vicio tan extendido en el que hay que estar en el puesto de trabajo, horas y horas, aunque no se rinda) a los hogares, controlando a los trabajadores a través de videoconferencias y con llamadas, correos y mensajes a cualquier hora (es decir, haciendo lo de siempre: trabajo presencial pero a distancia), parece que, como casi todo lo que se hace repentina, apresurada e improvisadamente, “este teletrabajo” está muy lejos de lo que debe ser. Convirtiéndose, para muchos de sus sufridores en una resignada desgracia, que, ojalá, desean, se acabe pronto. Tengamos en cuenta que, además, muchos debían cuidar de sus hijos, al no poder asistir al colegio, o de familiares enfermos, que no tenían cabida en los saturados hospitales.
Salgamos de Matrix

En Matrix (hermanos Wachowski, 1999) la humanidad vive en una realidad, que supone real, creada por máquinas y que no es más que un perfecto decorado virtual. Eso sí, perfectamente creíble. Solo unos pocos conocen la verdadera situación y viven su propia realidad, en constante lucha contra las máquinas. Lo que, para muchos, es solo ficción, para muchos otros es una acertada metáfora de la realidad humana.
Cuántas veces hemos escuchado últimamente que vivimos tiempos de incertidumbre, argumento que solo sirve para generar miedo e inacción en mucha gente. Como si cualquier otro momento histórico hubiera sido mejor. Que se lo digan a los que, tiempo ha, vivieron guerras, catástrofes naturales, persecuciones… Incluso llegamos a decir, y a creer, que el miedo es libre, con lo que nos resignamos a no luchar contra él, bajamos la cabeza, dejamos de tomar decisiones importantes y esperamos tiempos mejores. Tremenda contradicción porque todos disponemos de suficientes argumentos, propios o ajenos, para poderlo controlar y manejar.
En un mundo inundado por la banalidad, la futilidad y la información falsa o irrelevante, la claridad (vivir fuera de Matrix) es poder. Pero no es fácil mantener una visión clara. Con frecuencia, ni siquiera nos damos cuenta de cuáles son las cuestiones clave. No disponemos de la capacidad de dar sentido a la información, de señalar la diferencia entre lo que es y no es importante, de detectar las oportunidades y, ni mucho menos, de combinar la gran cantidad de información disponible en una imagen global del mundo. Apenas podemos permitirnos indagar en estos asuntos, porque, además de su dificultad, tenemos cosas más acuciantes de que preocuparnos: hijos, pareja, trabajo, padres, deudas… Lamentablemente, si el futuro de la humanidad se decide en nuestra ausencia, porque estamos demasiado ocupados, ni nosotros ni nuestros hijos nos libraremos de las consecuencias. Porque, a buen seguro, habrá muy pocas probabilidades de que lo conformen, teniéndonos en cuenta, a nuestra medida.
Lee el resto de esta entrada¿Estamos preparados para el trabajo del futuro?
El otro día, mientras hacía cola en el supermercado, empecé a pensar qué harían todas esas personas que hoy trabajan en las cajas, cuando, dentro de muy poco, su trabajo desaparezca. Y lo mismo se podría pensar de los cajeros de banca y de autopistas; taquilleros de cine; documentalistas; trabajadores de información y servicio al cliente; contables, auditores y administrativos; operarios de fábricas, cadenas de montaje y almacenes; numerosos mandos intermedios; carteros; profesionales de la limpieza; bibliotecarios; pilotos comerciales, conductores de trenes y metro, transportistas y taxistas…
Ya no es ningún secreto que en las próximas décadas desaparecerán la mayoría, sino todos, los trabajos manuales susceptibles de ser sustituidos por una máquina o un ordenador. Y, con ellos, todas las posiciones intermedias que no aporten suficiente valor añadido.
Y esto es así porque estamos inmersos en plena cuarta revolución industrial, también llamada 4.0, que sigue a los otros tres procesos históricos transformadores anteriores: