Educar a ser emprendedores o, simplemente, mejores personas
Llevamos ya tiempo, seguramente fomentado en gran medida por la larga crisis en la que todavía estamos inmersos, hablando, quizás ya en exceso, sobre el emprendimiento y los emprendedores. Y una de las afirmaciones que más se comentan es que en España la actitud emprendedora no está demasiado extendida.
Pero, curiosamente, cuando hablamos de los niños, incluyéndonos a nosotros mismos, solemos decir que son seres especiales, felices, llenos de ilusiones, motivaciones, creatividad, desparpajo y sinceridad, sin miedo al fracaso ni a los retos… Todas ellas actitudes y habilidades, qué duda cabe, potenciadoras del emprendimiento. Entonces, la pregunta que debemos hacernos es ¿por qué y cuándo hemos perdido todo eso y nos hemos convertido en lo que somos de mayores?
No es momento de entrar en lo que seguramente sería una airada discusión acerca de la naturaleza emprendedora o no del carácter nacional (aunque te animo lector a iniciarla) ni en por qué, o no, se desarrolla. Parece más razonable centrarse en aportar ideas sobre cómo podemos conseguir que esa actitud, tan marcada en la niñez, y que ha contribuido tanto a que la humanidad haya llegado donde ha llegado, se extienda al resto de la vida y se convierta en una alternativa real y posible para un número mayor de personas. Porque, no nos engañemos, no todos podemos ni necesitamos ser emprendedores, ya que también hacen falta otras actitudes para que la actividad del emprendimiento tenga éxito.
En un artículo anterior ya se esbozaban algunas de las cuestiones que había que mejorar para facilitar el éxito de los emprendedores, pero hoy vamos a centrarnos en algunas de las que cualquier progenitor puede considerar y llevar a cabo para inculcar el emprendimiento en sus hijos. Porque ya que la escuela, a pesar de la eterna petición de tantos y tantos pedagogos y padres interesados, no lo promueve, pueden promoverlo las familias. Siempre y cuando se considere que es una opción para ellos.
1. Hacer su vida (y la tuya) feliz y divertida
Estamos en este mundo para ser felices y disfrutar cada segundo de nuestra existencia. Y debemos tener muy claro que, lo mismo que sucede con tener miedo, compartir, ser agresivo, etc., a ser felices, optimistas y positivos también se aprende, y se hereda, desde la más temprana edad.
Los niños aprenden a ser felices, y lo son, cuando su entorno es feliz. Así que juega, disfruta, diviértete y sé feliz con ellos para que se contagien y aprendan a hacerlo. La vida, igual que el emprendimiento, no deben ser una tortura, todo lo contrario, hay que disfrutarlos con pasión y buscar siempre el lado bueno.
2. Construir y desarrollar su personalidad con inteligencia emocional
Nos preocupamos mucho de que nuestros hijos tengan un currículo académico muy extenso y que se apunten a un montón de actividades y de idiomas, y, con frecuencia, nos olvidamos de algo fundamental: educar sus emociones. Educar las emociones va a ser fundamental para que ellos entiendan qué es lo que les pasa, para que reconozcan sus sentimientos, y los perciban bien, para que también sean capaces de razonarlos, llegando a saber cómo se sienten y cómo deben actuar. Sólo conociendo cómo nos sentimos podemos percibir y entender como sienten y se sienten los demás y tratarlos adecuadamente.
Es importante educarlos para la colaboración y no para la competición.
3. Fuera el conformismo y, por supuesto, el dogmatismo
Nos educan a ser obedientes y conformistas. Estamos rodeados de reglas, en muchos casos absurdas y obsoletas, que, muchas veces por estar instalados en nuestra zona de confort, repetimos y repetimos, hasta convertirlas en hábitos, sin plantearnos por qué y si debemos hacerlo. Sin llegar a ser unos rebeldes sin causa, hay que desafiar las normas de forma constructiva y analizar el entorno de forma creativa, sin caer en tópicos ni ideas preconcebidas. Orientar hacia la ruptura, el pensamiento disruptivo y la desobediencia creativa. Que nunca nadie les diga lo que pueden o no conseguir y que sean ellos los que lo decidan y luchen por alcanzarlo.
No es verdad que nuestro pueblo, nuestra comida, nuestra lengua, nuestro país… sean los mejores del mundo. Este planteamiento, sectario y reduccionista, no nos permitirá conocer con objetividad otras realidades ni considerar otras ideas que, por supuesto, pueden ser tan buenas o mejores que las propias.
4. Poner el esfuerzo y la responsabilidad en lugar preferente
Quién ha dicho que sea fácil. Todas las personas que consideramos genios han dicho que no saben si lo son o no pero lo que sí saben es que han dedicado incontables tiempo e intentos para conseguir los logros por los que han pasado a la posteridad. ¿Cuánto talento se ha perdido debido a la indolencia y a la falta de constancia? Los niños tienen que tener delimitadas cuáles son sus propias responsabilidades y comprometerse con ellas. Hay que inculcarles que para conseguir todo aquello que anhelan deben esforzarse y trabajar duro toda su vida. Ellos son, en gran medida, responsables de su propio futuro.
Y para rentabilizar el esfuerzo y que no se diluya en mil actividades diferentes, que sólo consiguen confundirlos y agobiarlos, es muy importante que los niños vayan descubriendo cuáles son sus fortalezas, sus áreas de aprendizaje y actividad preferentes, las que más les gustan y en las que son mejores, para profundizar en ellas. Para ello hay que permitirles actividades y compañías que les permitan descubrirlas y encontrarlas.
5. Potenciar la curiosidad y el aprendizaje
Desde su nacimiento los niños tienen necesidad y curiosidad por conocer el mundo, quieren averiguar qué es todo lo que los rodea, y es fundamental respetar su instinto natural de exploración, de indagación, de preguntar e interesarse por todo. Sin embargo, a pesar de que los adultos queremos que los niños aprendan, limitamos su curiosidad con frases como: “cállate”, “deja eso”, “porque sí”, “no tengo tiempo”, “estate quieto”… Este tipo de respuestas, además de manifestar un inadecuado manejo emocional de los adultos respecto a sus hijos, hace que, poco a poco, los niños, con el ánimo de que no se vuelvan a producir y de agradar, vayan limitando su curiosidad, llegando en ocasiones, a enterrarla en lo más profundo.
Es necesario acompañar a los niños en su proceso de descubrimiento, centrándonos en ellos y en sus necesidades, y, con paciencia, dedicarles el tiempo y la atención necesarios. Y, como contactamos con el mundo a través de los 5 sentidos, hay que fomentar que lo exploren usándolos todos. Eso sí, considerando su edad y cuidando su seguridad e integridad personal. Luego guiarlos para que reflexionen sobre lo que descubren, contestando a sus preguntas y haciéndoles otras para despertar su pensamiento crítico.
Este proceso servirá de excelente trampolín para educarlos en que se planteen sus propias preguntas, encuentren sus propias respuestas y se apasionen por aprender. Hay que proporcionarles todas las herramientas que necesiten y ponerlos en contacto con las personas que los ayuden a convertirse en personas y estudiantes motivados e independientes. Si aprenden a formarse por su propia cuenta, satisfarán su curiosidad y podrán desarrollar al máximo su potencial. Ya no estudiarán bajo la presión del entorno, sino por su propia motivación, que aumentará sensiblemente la calidad y el ritmo de su aprendizaje.
6. Dar rienda suelta a la imaginación y a la creatividad
Los niños recurren a la imaginación para tratar de comprender, interpretar y recrear el mundo que los rodea. Gracias a la imaginación pueden inventar situaciones fantásticas mientras se divierten enriqueciendo lo que perciben de su entorno, y las experiencias que viven en él. La imaginación es la base de la creatividad y, como todas las capacidades del ser humano, debe ejercitarse para conseguir su óptimo desarrollo.
Pero, desde que tenemos uso de razón, escuchamos cómo debemos hacer las cosas, lo que, salvo raras excepciones, nos lleva a repetir patrones ya muy manidos y que no dan lugar a que generemos formas propias de pensar ni de actuar. En vez de decir “esto se hace así” sería mucho más enriquecedor decir “el resultado final debe ser éste (o no), pero puedes conseguirlo de muchas maneras diferentes, por lo que debes pensar en al menos dos diferentes de lograrlo”. De este modo alentamos la búsqueda de nuevas soluciones a partir de diferentes alternativas, huyendo siempre de la idea impuesta o preconcebida. Si queremos personas más creativas y originales debemos fomentarlo desde el principio. No está escrito en ningún sitio que nuestros hijos tengan que hacer las cosas igual que nosotros.
7. Vivan los errores y el espíritu crítico
Hay que educar para evitar la aversión al riesgo, ya que el miedo al fracaso, muy acuciado en España, es uno de los motivos que citan los expertos para justificar la baja tasa de emprendedores. Cuántas veces nos habrán dicho que lo mejor que puede pasar cuando nos equivocamos es olvidarlo y que nadie se entere, porque el fracaso se percibe como negativo y socialmente está muy penalizado. Y, siguiendo este “dogma”, ¿cuántas oportunidades de aprender y mejorar se han perdido? Hay que fomentar la acción que, ineludiblemente, los llevará a cometer errores. Lo peor no es que se equivoquen sino que se queden quietos y no hagan nada. Y, cuando cometan un error, algo que es imposible evitar, hay que aprovechar la circunstancia, ver qué ha pasado y sacar las conclusiones adecuadas para la próxima vez. Valorar la iniciativa y el esfuerzo, dejarlos ser, que sean autónomos para que confíen en su camino y no tengan miedo a equivocarse. Si la humanidad no hubiera sabido sobreponerse a la frustración del error y del fracaso, con bastante probabilidad, seguiríamos en los árboles como la mayoría de los primates.
Del mismo modo, que tengan claro que, por la razón que sea, tienen derecho a cambiar de opinión.
8. Fomentar el gusto por lo diferente y lo desconocido
A la mayoría de las personas nos gustan más las cosas conocidas que las desconocidas, las que hemos tenido siempre a nuestro alrededor que las que nos son ajenas. Para alentar el gusto por lo diferente, lo desconocido hay que fomentar una mentalidad abierta para poder ver y hacer las cosas de manera diferente. Hay que enfrentarlos a situaciones contradictorias y acostumbrarlos a trabajar con conceptos opuestos. Que descubran que la vida les abre un enorme abanico de opciones entre las que pueden elegir.
Es muy importante que los niños dispongan de todo tipo de información, que los alentemos a leer, a formarse, a realizar actividades diversas, a interesarse por todo lo que los rodea, para que, poco a poco, vayan descubriendo las cosas que les gustan más y las que les gustan menos. A partir de esa elección es muy fácil orientarlos para que profundicen en ellas y se vayan convirtiendo en pequeños expertos en cuestiones que quieran convertir en su actividad y/o profesión en el futuro. Sólo se puede emprender con éxito cuando se ama lo que se hace.
9. Promover su autonomía y la toma de decisiones
Para que sean autónomos, asuman riesgos y se forjen sus propios caminos, hay que ayudarlos a identificar y definir los problemas y a pensar en las posibles soluciones por ellos mismos, fomentando que puedan tomar sus propias decisiones. Incluidas las que tienen que ver con el uso de al menos una parte de su propio tiempo. Animarlos a que lancen preguntas desafiantes, a que reorganicen información conocida y formen conceptos y patrones innovadores a partir de ella, a poder extraer información útil desde una gran cantidad de datos, a pensar inductivamente, deductivamente y dialécticamente. Y a encontrar una solución óptima para resolver problemas usando la intuición y el sentido común.
De este modo, algo que tendrán que hacer constantemente en su futuro personal y profesional, se convertirá en un acto controlado que no los parará y les facilitará tomar las mejores decisiones posibles.
10. Impulsar las relaciones y valores sociales y el trabajo en equipo
Vivimos en sociedad y en ella desarrollamos nuestra vida. Para que los niños sean conscientes de ello hay que preocuparse de que se relacionen con todo tipo de personas y no sólo con aquellas que son más parecidas a ellos. Tienen que estar rodeados de auténtica y verdadera diversidad intelectual y deben aprender a respetarla, a darse cuenta de que con cualquiera hay una posibilidad de entablar una buena relación y a que es muy importante descubrir cuáles son las personas que más y mejor los pueden ayudar, apoyar, aconsejar… Sólo incluyendo gente diferente en su círculo social, se abrirán a nuevas formas de pensar, enriquecerán su inteligencia emocional y serán más creativos. Además, tienen que ser capaces de trabajar en equipo tanto con un líder que dirija su actividad, como sin él.
Haz que tus hijos conozcan los problemas de los más necesitados y que participen en actividades solidarias orientadas a ayudarlos. De este modo apreciarán más y mejor lo que tienen y se creará en ellos un sentimiento de compartir y ayudar a los demás que, seguramente, les será muy útil cuando sean mayores.
11. Fortalecer sus habilidades de comunicación y persuasión
La comunicación no es sólo la forma de relacionarnos con nuestro entorno, es también la forma en que trasladamos a los demás tanto nuestras ideas como también nuestros pensamientos y emociones. Y ¿cómo vamos a hacerlo convenientemente si no disponemos de los recursos adecuados? Es increíble la cantidad de personas que cuando tratan de exponer sus buenas ideas y proyectos son incapaces de hacerlo con la convicción, claridad y concisión necesarias para convencer a sus interlocutores. Y esto se produce porque, desde pequeñas, no le han dedicado el tiempo y el esfuerzo necesarios para hacer crecer su habilidad para comunicarse.
Hay que fomentar en los niños que hablen y escriban correctamente, que conozcan las palabras adecuadas, que sepan expresarse de diferentes formas según las circunstancias y en diversos escenarios. La comunicación y la persuasión son habilidades muy importantes y valiosas y cuanto más tarde se trate de dominarlas más difícil será conseguirlo.
Y, claro, una de las cosas que más y mejor nos va a permitir comunicarnos son los idiomas, cuyo conocimiento parece ser un problema insoluble en nuestro país. Hay que empezar por cultivar el oído de nuestros hijos haciendo que escuchen películas y música en otros idiomas y que repitan lo que han escuchado para que no pierdan la capacidad de percibir y reproducir otros sonidos diferentes a los de su lengua materna. Más adelante debemos potenciar, a través del juego, que vayan aprendiendo los rudimentos de uno o dos idiomas más para que, poco a poco, podamos introducirlos en un aprendizaje más serio y sistemático. Por supuesto ayuda mucho la educación multilingüe pero, sobre todo, la pérdida del miedo a no entender y la curiosidad y el aprecio por aprender y relacionarse con personas en otras lenguas.
12. Desplegar la capacidad de negociación
Nos pasamos la vida negociando y apenas le dedicamos tiempo a formarnos en una actividad que ocupará una buena parte de nuestras vidas y que nos permitirá alcanzar, o no, muchas de los cosas que pretendamos. A negociar se aprende negociando y, por ello, la negociación entre padres e hijos puede ser realmente una gran experiencia de aprendizaje. Si no se los acostumbra y enseña a negociar, puede que no aprendan a ocuparse de los conflictos de manera constructiva. Si no se les enseña cómo pueden negociar en casa, puede que nunca aprendan a hacerlo fuera, con los demás.
Aquí es importante formarlos y acostumbrarlos a seguir una estrategia colaborativa, en la que se intenta llegar a un acuerdo positivo para que ambas partes ganen, compartiendo el beneficio. Esta forma de negociar los ayudará a conseguir mejores resultados y a generar relaciones estables a lo largo del tiempo.
13. Desarrollar su cultura financiera
Evita darles, sin más, una asignación semanal: haz que se la ganen. Con la paga semanal enseñamos a nuestros hijos a que esperen dinero regularmente, independientemente de lo que hagan. Proponles, o mejor que lo hagan ellos, tareas a realizar, en la casa o fuera de ella, por las que recibirán una compensación e incentívalos para que busquen nuevas oportunidades y la lista vaya creciendo. De este modo verán que el esfuerzo es recompensado y que cuando quieran algo está en sus manos iniciar el camino para conseguirlo.
Ayuda jugar con ellos a juegos financieros didácticos (Monopoly, Cashflow…) para que comprendan jugando conceptos básicos de inversión: ingresos, gastos, deudas, acciones, etc. Proponles también leer libros sobre educación financiera e inversiones y coméntalos con ellos (por ejemplo, Padre Rico, Padre Pobre y El Cuadrante del Flujo del Dinero de Robert Kiyosaki).
Y si, al final, tus hijos no son emprendedores, no importa. Hagan lo que hagan, seguro que estarán más preparados para afrontar cualquier reto en sus vidas y, además, serán mejores personas.
a.
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Publicado el 28 noviembre, 2014 en Aprendizaje, Cambio, Educación, Emprendimiento, Empresa y etiquetado en aprendizaje, cambio, diversidad, educación, emprendimiento, inteligencia emocional, sociedad. Guarda el enlace permanente. 8 comentarios.
Brillante y completa reflexión, Ángel!
Creo que las trece propuestas de acción son igual de interesantes, importantes y urgentes. En mi modesta experiencia, hace unos años realicé un intento de Escuela de Padres en un instituto de Avila, recogiendo la mayoría de los puntos que propones, logré dar una charla de presentación… Los profesores y alumnos, quedaron encantados con la idea, la Dtra. también; pero la AMPA, que podía aportar los recursos financieros, decidió que era preferible realizar excursiones y «otras actividades»… En fín!!
Respecto a la naturaleza emprendedora, simplemente apuntar el título de una película: «Por qué lo llaman amor, cuándo quieren decir sexo». Es decir, empresario «suena mal» y lo disfrazamos de emprendedor; igual que ya no tenemos vendedores, ahora son asesores o gestores. Al tema: uno o ninguno de los niños/adolescentes/jóvenes dicen querer ser empresario y/o vendedor cuando sea «mayor»; el entorno, hoy por hoy, descalifica ambos proyectos.
Saludos y Energía Positiva!
Muchas gracias Antonio por tu interesante aportación. Veo que eres un entusiasta de este asunto y que, como tantos, ya te has encontrado con la dificultad de que, algo tan crucial como cambiar las prioridades y el enfoque educativo, no encuentra la respuesta necesaria en las personas que más podrían ayudar a darle un fuerte empujón. Me parece tremendamente significativo lo que comentas de tu instituto. Pero, que no cunda el desánimo. Hay que seguir intentándolo, aunque sea clamando en el desierto. ¡Claro que sí!
Cuánta razón tienes cuando hablas del lenguaje ¿políticamente correcto? Estamos viviendo una época en la que, en vez de centrarnos en las cosas que realmente pueden cambiar de verdad la situación, desperdiciamos nuestra energía en cambiarle los nombres a las cosas y desprestigiamos, sin una verdadera justificación, términos que se usaron «toda la vida» y que todo el mundo entendía. ¿O acaso se puede entender nuestra sociedad sin empresarios y vendedores?
A ver si, poco poco, nuestra sociedad recupera la cordura (si es que alguna vez la tuvo), se olvida de las tonterías y de los debates estériles, pone a «las personas en primer lugar» y se centra, de una vez, en mejorar lo importante.
Salud y éxito
Me ha encantado Ángel y, con tu permiso, voy a compartir el enlace. Me quedo con «…el resultado final debe ser éste, ahora busca al menos dos maneras de conseguirlo» tanto para casa como el trabajo!!
Muchas gracias Nuria.
Cuanto me alegro de que, además de gustarte y difundirlo, hayas encontrado alguna buena idea. Ya me dirás cómo te funciona. Bss
Realmente brillante Ángel!, como dice Carlos has dejado pocos puntos para añadir.
Sí es cierto que el aspecto que más me inquieta es la inteligencia emocional del niño, cómo ayudar a desarrollarla y cómo la propia inteligencia emocional de los adultos a su alrededor puede influir en el proceso.
Gracias Álvaro. Te puedo asegurar que lo escribí con mucho cariño (como sabes, ahora tengo una gran motivación extra), pero seguro que, entre todos, podemos encontrar aspectos no incluidos y hacerlo crecer.
No me extraña que te inquiete educar con inteligencia emocional porque, muchas veces, somos los adultos los que menos la mostramos y utilizamos. No podemos pretender «enseñar» a nuestros hijos cosas que nosotros no tenemos, aunque nos parezcan interesantes y provechosas. Por suerte, siempre podemos aprenderlas y, entonces sí que nos resultará más fácil trasladarlas. Un abrazo.
Excelente Ángel, no dejas mucho resquicio para añadir… tal vez sólo decirte que no, que de ninguna manera voy a entrarte al trapo de meterme a discutir sobre la naturaleza emprendedora del carácter nacional.
Gracias Carlos. Ya sabes que nunca pretendo ser exhaustivo y que las cosas van surgiendo según se van ocurriendo.
Lástima que no entres al trapo, estoy seguro de que se hubiera iniciado un interesante debate. Aunque, vaya usted a saber, probablemente inútil.