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Salgamos de Matrix

En Matrix (hermanos Wachowski, 1999) la humanidad vive en una realidad, que supone real, creada por máquinas y que no es más que un perfecto decorado virtual. Eso sí, perfectamente creíble. Solo unos pocos conocen la verdadera situación y viven su propia realidad, en constante lucha contra las máquinas. Lo que, para muchos, es solo ficción, para muchos otros es una acertada metáfora de la realidad humana.
Cuántas veces hemos escuchado últimamente que vivimos tiempos de incertidumbre, argumento que solo sirve para generar miedo e inacción en mucha gente. Como si cualquier otro momento histórico hubiera sido mejor. Que se lo digan a los que, tiempo ha, vivieron guerras, catástrofes naturales, persecuciones… Incluso llegamos a decir, y a creer, que el miedo es libre, con lo que nos resignamos a no luchar contra él, bajamos la cabeza, dejamos de tomar decisiones importantes y esperamos tiempos mejores. Tremenda contradicción porque todos disponemos de suficientes argumentos, propios o ajenos, para poderlo controlar y manejar.
En un mundo inundado por la banalidad, la futilidad y la información falsa o irrelevante, la claridad (vivir fuera de Matrix) es poder. Pero no es fácil mantener una visión clara. Con frecuencia, ni siquiera nos damos cuenta de cuáles son las cuestiones clave. No disponemos de la capacidad de dar sentido a la información, de señalar la diferencia entre lo que es y no es importante, de detectar las oportunidades y, ni mucho menos, de combinar la gran cantidad de información disponible en una imagen global del mundo. Apenas podemos permitirnos indagar en estos asuntos, porque, además de su dificultad, tenemos cosas más acuciantes de que preocuparnos: hijos, pareja, trabajo, padres, deudas… Lamentablemente, si el futuro de la humanidad se decide en nuestra ausencia, porque estamos demasiado ocupados, ni nosotros ni nuestros hijos nos libraremos de las consecuencias. Porque, a buen seguro, habrá muy pocas probabilidades de que lo conformen, teniéndonos en cuenta, a nuestra medida.
Lee el resto de esta entradaEducar a ser emprendedores o, simplemente, mejores personas
Llevamos ya tiempo, seguramente fomentado en gran medida por la larga crisis en la que todavía estamos inmersos, hablando, quizás ya en exceso, sobre el emprendimiento y los emprendedores. Y una de las afirmaciones que más se comentan es que en España la actitud emprendedora no está demasiado extendida.
Pero, curiosamente, cuando hablamos de los niños, incluyéndonos a nosotros mismos, solemos decir que son seres especiales, felices, llenos de ilusiones, motivaciones, creatividad, desparpajo y sinceridad, sin miedo al fracaso ni a los retos… Todas ellas actitudes y habilidades, qué duda cabe, potenciadoras del emprendimiento. Entonces, la pregunta que debemos hacernos es ¿por qué y cuándo hemos perdido todo eso y nos hemos convertido en lo que somos de mayores?
No es momento de entrar en lo que seguramente sería una airada discusión acerca de la naturaleza emprendedora o no del carácter nacional (aunque te animo lector a iniciarla) ni en por qué, o no, se desarrolla. Parece más razonable centrarse en aportar ideas sobre cómo podemos conseguir que esa actitud, tan marcada en la niñez, y que ha contribuido tanto a que la humanidad haya llegado donde ha llegado, se extienda al resto de la vida y se convierta en una alternativa real y posible para un número mayor de personas. Porque, no nos engañemos, no todos podemos ni necesitamos ser emprendedores, ya que también hacen falta otras actitudes para que la actividad del emprendimiento tenga éxito.
“Seduce a tu audiencia”
Hoy, tras culminar el proceso de edición, sale a la venta en las librerías Seduce a tu audiencia, mi reflexión y contribución personal sobre cómo convertirse en un buen comunicador, y qué hay que tener en cuenta, aplicar y practicar para hacer que transmitir una idea consiga generar atención, entusiasmo y acción en una audiencia.
Y lo hace, curiosamente, en un momento en que el reciente tropezón olímpico ha reavivado el debate sobre la habilidad de los españoles para exponer en público.
Homenaje a mi mejor maestro
Desde el advenimiento de la democracia, y ya va para “40 años”, se mantiene un permanente debate sobre la educación (ver ¿Realmente nos preocupa la educación?), pero se habla muy poco de los maestros, esos profesionales tan poco valorados, y que, en definitiva, a pesar de las leyes, los recortes y de otras muchas cosas, son los encargados de formarnos, de transmitirnos valores, de hacernos amar u odiar asignaturas, de generar respeto y admiración (o todo lo contrario) y que pasan por nuestras vidas sin pena ni gloria o permanecen en ellas para siempre.
Hoy es el momento de hablar de uno de los míos. El que me ha dejado una huella más profunda y a quien le debo muchas cosas, que he ido descubriendo y valorando a medida que voy completando mi periplo vital. Alguien a quien, a pesar de haber pasado ya varias décadas, sigo recordando con un gran cariño y admiración.
Basta ya de desaprovechar el talento
Hablar del talento se ha puesto de moda y es muy frecuente encontrarse con personas que hablan y escriben sobre él. Sin embargo, escuchándolas y leyéndolas, parece que muchas no tienen claro de qué están hablando.
Ideas erróneas
Hay quienes creen que sólo disponen de talento las personas con altas capacidades intelectuales. Si esto fuera así, según la OMS, sólo el 2,3% de la población mundial dispondría de él, lo cual no le daría mucha oportunidad de manifestarse.
Otros confunden genio con talento (capacidad de crear nuevas formas de actividad no emprendidas antes por otros o que actividades ya conocidas se desarrollen de un modo enteramente propio y personal; frente a practicar formas de actividad, general o frecuentemente practicadas por otros, mejor que la mayoría de los que cultivan esas mismas aptitudes), por lo que están convencidos de que ellos no disponen de ninguno.
Reflexiones sobre educación y creatividad
Los que seguís este blog ya sabéis lo que nos gusta aportar espacios de reflexión sobre la educación (sistema educativo) y sobre muchos de los aspectos que, en general, ni contempla ni estimula ni desarrolla. Uno de ellos es la creatividad que, a pesar de ser uno de los elementos esenciales y fundamentales que ha llevado a la humanidad a la posición que ocupa, curiosamente, se encuentra totalmente fuera de la mayoría de los programas escolares.