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La importancia de la educación financiera en la vida cotidiana

En un mundo globalizado económicamente y con unos sistemas financieros cada vez más desarrollados, con un importante aumento en la oferta de productos y servicios financieros, algunos con un alto grado de complejidad —recordemos las preferentes—, la educación financiera se ha convertido en un tema cada vez más importante en nuestra vida cotidiana. Es absolutamente fundamental tener la capacidad de manejar nuestro dinero de manera efectiva y tomar decisiones económicas informadas y responsables para alcanzar nuestras metas financieras a largo plazo y mejorar nuestra calidad de vida.
La educación financiera se refiere al conocimiento y habilidades necesarias —abarca temas importantes de economía, finanzas, matemáticas y análisis— para tener una comprensión clara de los conceptos financieros básicos: presupuesto, ahorro, inversión, crédito, acciones, bonos, fondos de inversión…, y saber cómo aplicar esos conocimientos en la vida cotidiana.
Aunque puede parecer algo lejano, aburrido o sin sentido, está presente en cada aspecto de la vida y deberíamos verla como una gran aliada y una herramienta muy eficiente para tomar el control de nuestras finanzas, proteger a ahorradores e inversores, evitar situaciones perjudiciales como el endeudamiento, la quiebra y el fraude económico, y aumentar la estabilidad y el desarrollo del sistema económico y financiero.
Pero, desafortunadamente, tal y como he podido constatar en muchos de mis cursos y talleres y diferentes estudios ponen recurrentemente de manifiesto —ya en 2005 la OCDE recomendaba desarrollar programas de difusión explicando los conceptos básicos entre la población general— el nivel de cultura financiera está muy lejos de ser el adecuado.
Inteligencia artificial: revolución tecnológica con potencial ¿sin límites?

Hasta hace bien poco, cualquiera que mencionase la Inteligencia Artificial en una conversación no especializada podía esperar una de estas dos reacciones sorprendentes: ¿Qué? o “Y ¿bien?”. Ni que decir tiene si se refería a ella por IA (AI en inglés). Entonces, probablemente, se verían caras muy extrañas. Y, aunque muchas personas aún no han oído hablar de ella o no se han percatado de su existencia, pocas tienen más que una idea esquemática sobre lo que entraña, y la mayoría son muy escépticas respecto a su valor humano, no cabe duda que, desde la eclosión de GPT3 (Generative Pretrained Transformer, un modelo predictivo de lenguaje generativo desarrollado por OpenAI, que ha sido entrenado con una gran cantidad de texto en internet para responder a preguntas y generar texto de manera autónoma), es uno de los temas de moda. Sobre todo, por la cantidad de cuestionamientos y desacuerdos que se están produciendo sobre la naturaleza, el control y el uso de esta nueva disciplina, pues no hay una sola definición que juzguen feliz por igual todos los practicantes y usuarios de ella.
¿Qué es la inteligencia artificial?
La inteligencia artificial (IA) es el campo de la informática que se ocupa del desarrollo de algoritmos y sistemas capaces de realizar tareas que imitan la inteligencia humana, como el aprendizaje, la percepción, el razonamiento y la toma de decisiones, que mejoran conforme la información que recopilan es cada vez mayor y de mejor calidad.
La IA funciona combinando grandes cantidades de datos con procesamiento rápido e iterativo y algoritmos inteligentes, permitiendo al software aprender automáticamente de patrones o características en los datos. Permite que los sistemas tecnológicos perciban su entorno, se relacionen con él, resuelvan problemas y actúen con fines específicos.
Ha experimentado un gran crecimiento en los últimos años y se ha utilizado para mejorar, entre otras cuestiones: la eficiencia y la precisión en diversas tareas, como el diagnóstico médico, la identificación de fraudes, la atención al cliente y la optimización de procesos industriales.
Salgamos de Matrix

En Matrix (hermanos Wachowski, 1999) la humanidad vive en una realidad, que supone real, creada por máquinas y que no es más que un perfecto decorado virtual. Eso sí, perfectamente creíble. Solo unos pocos conocen la verdadera situación y viven su propia realidad, en constante lucha contra las máquinas. Lo que, para muchos, es solo ficción, para muchos otros es una acertada metáfora de la realidad humana.
Cuántas veces hemos escuchado últimamente que vivimos tiempos de incertidumbre, argumento que solo sirve para generar miedo e inacción en mucha gente. Como si cualquier otro momento histórico hubiera sido mejor. Que se lo digan a los que, tiempo ha, vivieron guerras, catástrofes naturales, persecuciones… Incluso llegamos a decir, y a creer, que el miedo es libre, con lo que nos resignamos a no luchar contra él, bajamos la cabeza, dejamos de tomar decisiones importantes y esperamos tiempos mejores. Tremenda contradicción porque todos disponemos de suficientes argumentos, propios o ajenos, para poderlo controlar y manejar.
En un mundo inundado por la banalidad, la futilidad y la información falsa o irrelevante, la claridad (vivir fuera de Matrix) es poder. Pero no es fácil mantener una visión clara. Con frecuencia, ni siquiera nos damos cuenta de cuáles son las cuestiones clave. No disponemos de la capacidad de dar sentido a la información, de señalar la diferencia entre lo que es y no es importante, de detectar las oportunidades y, ni mucho menos, de combinar la gran cantidad de información disponible en una imagen global del mundo. Apenas podemos permitirnos indagar en estos asuntos, porque, además de su dificultad, tenemos cosas más acuciantes de que preocuparnos: hijos, pareja, trabajo, padres, deudas… Lamentablemente, si el futuro de la humanidad se decide en nuestra ausencia, porque estamos demasiado ocupados, ni nosotros ni nuestros hijos nos libraremos de las consecuencias. Porque, a buen seguro, habrá muy pocas probabilidades de que lo conformen, teniéndonos en cuenta, a nuestra medida.
Lee el resto de esta entradaEducar a ser emprendedores o, simplemente, mejores personas
Llevamos ya tiempo, seguramente fomentado en gran medida por la larga crisis en la que todavía estamos inmersos, hablando, quizás ya en exceso, sobre el emprendimiento y los emprendedores. Y una de las afirmaciones que más se comentan es que en España la actitud emprendedora no está demasiado extendida.
Pero, curiosamente, cuando hablamos de los niños, incluyéndonos a nosotros mismos, solemos decir que son seres especiales, felices, llenos de ilusiones, motivaciones, creatividad, desparpajo y sinceridad, sin miedo al fracaso ni a los retos… Todas ellas actitudes y habilidades, qué duda cabe, potenciadoras del emprendimiento. Entonces, la pregunta que debemos hacernos es ¿por qué y cuándo hemos perdido todo eso y nos hemos convertido en lo que somos de mayores?
No es momento de entrar en lo que seguramente sería una airada discusión acerca de la naturaleza emprendedora o no del carácter nacional (aunque te animo lector a iniciarla) ni en por qué, o no, se desarrolla. Parece más razonable centrarse en aportar ideas sobre cómo podemos conseguir que esa actitud, tan marcada en la niñez, y que ha contribuido tanto a que la humanidad haya llegado donde ha llegado, se extienda al resto de la vida y se convierta en una alternativa real y posible para un número mayor de personas. Porque, no nos engañemos, no todos podemos ni necesitamos ser emprendedores, ya que también hacen falta otras actitudes para que la actividad del emprendimiento tenga éxito.
“Seduce a tu audiencia”
Hoy, tras culminar el proceso de edición, sale a la venta en las librerías Seduce a tu audiencia, mi reflexión y contribución personal sobre cómo convertirse en un buen comunicador, y qué hay que tener en cuenta, aplicar y practicar para hacer que transmitir una idea consiga generar atención, entusiasmo y acción en una audiencia.
Y lo hace, curiosamente, en un momento en que el reciente tropezón olímpico ha reavivado el debate sobre la habilidad de los españoles para exponer en público.
Homenaje a mi mejor maestro

Desde el advenimiento de la democracia, y ya va para “40 años”, se mantiene un permanente debate sobre la educación (ver ¿Realmente nos preocupa la educación?), pero se habla muy poco de los maestros, esos profesionales tan poco valorados, y que, en definitiva, a pesar de las leyes, los recortes y de otras muchas cosas, son los encargados de formarnos, de transmitirnos valores, de hacernos amar u odiar asignaturas, de generar respeto y admiración (o todo lo contrario) y que pasan por nuestras vidas sin pena ni gloria o permanecen en ellas para siempre.
Hoy es el momento de hablar de uno de los míos. El que me ha dejado una huella más profunda y a quien le debo muchas cosas, que he ido descubriendo y valorando a medida que voy completando mi periplo vital. Alguien a quien, a pesar de haber pasado ya varias décadas, sigo recordando con un gran cariño y admiración.
Basta ya de desaprovechar el talento
Hablar del talento se ha puesto de moda y es muy frecuente encontrarse con personas que hablan y escriben sobre él. Sin embargo, escuchándolas y leyéndolas, parece que muchas no tienen claro de qué están hablando.
Ideas erróneas
Hay quienes creen que sólo disponen de talento las personas con altas capacidades intelectuales. Si esto fuera así, según la OMS, sólo el 2,3% de la población mundial dispondría de él, lo cual no le daría mucha oportunidad de manifestarse.
Otros confunden genio con talento (capacidad de crear nuevas formas de actividad no emprendidas antes por otros o que actividades ya conocidas se desarrollen de un modo enteramente propio y personal; frente a practicar formas de actividad, general o frecuentemente practicadas por otros, mejor que la mayoría de los que cultivan esas mismas aptitudes), por lo que están convencidos de que ellos no disponen de ninguno.





